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FERRATA DE JEGIHORN O JÄGIHORN




Para este segundo día, volviendo a echar mano de los poco éticos pero bastante socorridos teleféricos, tenemos previsto realizar una ferrata que, si bien en el libro que consultamos sobre Ferratas de los Alpes no la pintan como nada espectacular, sí que habíamos visto en Internet que se habían instalado recientemente unos cables para hacer un puente tibetano de lo más emocionante.

Así que cambiamos a Dani, pureta escalador, a quien hoy le tocaba quedarse al cuidado de Noa, por Belén, entusiasta ferratista, y cogiendo desde el mismo pueblo de Saas Grund el teleférico de Hohsaas, subimos hasta la parada de Kreuzboden a 2397 m de altitud.

Antes ya habíamos hecho un calentamiento andando rápido desde el apartamento hasta el teleférico ya que, aunque nuestra intención era pillar el de las siete y media de la mañana, las cabinas ya llevan media hora en marcha cuando salimos a la calle.

En la estación intermedia de Kreuzboden hay unas espectaculares vistas que nos muestran el pico que hicimos el día antes, el Allalin, el que haríamos el día siguiente, el Weissmies y el que dejamos de postre para final de semana, el Dom.

También hay unas taquillas para guardar material de ski que nos servirán para dejar todo lo que no necesitamos para la ferrata, ya que nuestra intención es subir después hasta el refugio de la estación superior de Hohsaas donde dormiremos para subir pronto al Weissmies.
Mandamos un mensaje a Dani para que, cuando se reúna con nosotros junto a María José, Noa y Pau, nos suba algunas cosas que con las prisas se nos han olvidado.

El sendero que sube a buscar la ferrata coincide en su inicio con el que va a los refugios de Weissmieshütte (hütte=refugio) y Hohsaas, el cual va pasando bajo los remontes de las pistas de ski.

Al llegar a una casa de instalaciones de ski te vas hacia la izquierda desde donde ya se van tomando buenas vistas del Jegihorn, aunque aun no se ve la ferrata.

Poco más arriba, un poste indicador en una zona más llana te señalan la subida andando (con marcas blancas y azules que tendremos que seguir para bajar) y la ferrata.

El sendero no tiene perdida y salvo los últimos metros está muy pisado. Desde allí ya se ve el puente y la emoción empieza a aflorar. Al final del camino hay unos cables que facilitan el acceso al pie de la vía, imagino que cuando hay nieve.

Llegamos justo cuando están empezando la ferrata un grupo con una pareja, un niño y la que creemos que es la guía, la cual nos pregunta algo sobre un “spanish gay” a lo Pere y yo ponemos cara de ¿que coño nos dice esta? Lucia, bastante más hábil con el inglés, nos aclara que nos está preguntando si llevamos un guía (guide) español. Ahhhhh, no gay!!!!! Le contestamos Pere y yo.

Nos equipamos y hacemos algo de tiempo para que avance el grupo anterior. Los primeros pasos no tienen nada de especial excepto las piedras que caen y las vistas que poco a poco nos van mostrando la gente que, como un grupo de pequeñas hormigas en linea, sube al Weissmies en un buenísimo día soleado.

Cuando llegamos al tapón que hace el grupo de delante intentamos no ponerlos nerviosos y que sean ellos quien nos dejen pasar, pero llega por detrás una pareja de giris que no tiene la misma consideración e inmediatamente nos piden paso.

Esperamos un poco más pero finalmente también pedimos a la guía que nos deje pasar, la cual accede un poco de mala gana. Unas cuantas escaleras y algún tramo más vertical le van dando a la ferrata un poco más de emoción, pero lo mejor estaba por venir. Llegamos a una punta y enseguida se empieza a bajar buscando el inicio del puente.

Los cables de la ferrata original, la que describe el libro, continúan bajando hasta el collado para después subir por una arista pedregosa. Nosotros, lógicamente nos pirramos por pasar por el puente.

Una vez llegamos vemos que su construcción es una autentica obra de ingeniería teniendo en cuenta donde se sitúa. Los anclajes son a prueba de bombas y los cables de un grosor considerable.

Además para los pies hay dos cables unidos lo que da bastante superficie de pisada. Solo una pega, el cable de sustento, el de arriba, esta demasiado alto para la longitud normal de los cabos de las disipadoras e incluso para las cintas de seguro que todos llevamos, lo que además de dificultar el mosquetoneado, especialmente a los más bajitos, nos obligó a todos a hacer mucha fuerza de brazos para que el mosquetón corriera, a parte del desgaste que produjo en este.

El viento que afortunadamente no era excesivamente fuerte, nos zarandeaba para darle más emoción al tema, pero no tiene mayor complicación que el esfuerzo de brazos.

Pedro y Lucia tienen una pequeña discusión “de altura” ya que el primero le recomienda que se dé la vuelta para no cansarse tanto pero cuando ella se gira va peor y le recrimina el haberle hecho caso. Después del puente viene otra prueba de brazos, la red de parque infantil colgada en el vacío (putos niños que fácil lo hacen). Y ya arriba, el que para mi es el tramo de ferrata más bonito que nunca he hecho. Una gran placa en la que, salvo alguna presa artificial de resina, se realiza la progresión mediante las fisuras y repisitas de la roca y alguna presa hecha con roca y fijada con parabolts. Sencillamente espectacular, casi como escalar terceros y cuartos pero con un patio del copón.

Los brazos se cargaban y alguno petaba cual morcillas a la brasa. Superado este tramo se llega a una arista que primero se va por arriba y después se pasa por la derecha hasta llegar a la cruz cimera donde se juntan los que suben por la ferrata, los que suben pateando y los que suben por unas vías de escalada muy guapas que tiene este pico de 3206 metros de altitud.

Fotos de rigor y para abajo que ya estarán los niños esperando. Yo decido adelantarme bajando rápido para poder estar más rato jugando con Pau, pero con la mala suerte de perder el camino de bajada y realizar el descenso por un fastidioso pedregal, por lo que al final soy el último en llegar, con el consiguiente cachondeo del personal. Estamos un rato todos juntos para comer, pero el viento que se levanta invita a la dispersión, así que volvemos a cambiar a Belen por Dani y hacemos el tramo superior de teleférico. La aclimatación va surtiendo efecto.













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